domingo, 29 de enero de 2017

RÉQUIEM


[Lars Iyer, Éxodo, Pálido Fuego, trad.: José Luis Amores, 2016, págs. 286]

La literatura británica actual vive un momento sorprendente. Entre las viejas glorias agotadas y las fieras aún por clasificar, emerge una innovadora fauna de escritores de mediana edad que se encuentran entre los más creativos de la literatura europea del momento. Pienso, desde luego, en las grandiosas fabulaciones de David Mitchell, la polifonía multicultural de Zadie Smith, la ficción híbrida de Tom McCarthy, el imaginativo historicismo lesbiano de Sarah Waters y la inteligente sátira kunderiana de Adam Thirlwell, pero también en las ingeniosas gamberradas de Stewart Home y Lars Iyer.
Las travesuras irónicas y bromas dialécticas de Iyer, por cierto, tienen una sutileza intelectual y una pertinencia histórica que ya las quisieran para sí tantas figuras egregias y maestros en bancarrota de la literatura y el pensamiento occidentales que comenzaron hace tiempo, en plena orgía de descomposición cultural, una siesta senil tediosa, una suerte de comatosa vida mental a la que están arrastrando a la mayoría de lectores aún en ejercicio de sus funciones.
“Éxodo” clausura a lo grande la hilarante trilogía inaugurada con “Magma” y seguida por “Dogma” sobre la que ya escribí que constituía, en su conjunto, una autopsia en vivo del cuerpo putrefacto de los grandes ideales europeos, su espíritu absoluto, su historia milenaria, su museo inabarcable o sus grandes cánones musicales, filosóficos, artísticos y literarios.
La metáfora bíblica del título de esta tercera entrega aludiría, en principio, a la calamitosa situación profesional de la filosofía en la universidad durante esta catastrófica reconversión de su inutilidad en rentabilidad económica y a la propuesta de una posible solución al desastre que prevé para la educación y el pensamiento en su fase de claudicación ante las imposiciones mercantiles del capitalismo. El diagnóstico no puede ser más demoledor: “van a orientar la universidad al libre mercado, igual que están orientando todos los sectores de los servicios públicos al libre mercado. Van a entregar la filosofía a las fuerzas del capitalismo”.
Esta estimulante novela se compone como una burlesca misa de réquiem por la filosofía concelebrada por las dos marionetas grotescas de siempre, el sarcástico Lars y su ubicua sombra el malogrado W., mediante las que el ventrílocuo Iyer teatraliza su discurso hasta transformarlo en una comedia beckettiana sobre el fin de los tiempos.
En el curso de este velatorio carnavalesco de ideas muertas y nombres difuntos, sus dos peleles realizan un periplo agónico por los centros universitarios desahuciados del saber y el pensar del Reino Unido (Newcastle, Essex, Middlesex, Londres, Oxford, Manchester, Edimburgo, Plymouth, etc.), convocando en cada estación una nómina de importantes filósofos (de Platón, Kant, Marx y Kierkegaard a Badiou, Deleuze, Debord y Žižek), a fin de demostrar, no sin malicia, que la salvación de la filosofía está en abandonar las mediocres servidumbres de los departamentos académicos y emprender la travesía del desierto capitalista en busca de la tierra prometida por el pensamiento libre a través de la historia.
Esta nueva aventura dialógica de los antihéroes enmascarados de Iyer sucede antes del Brexit, pero es profética en sus predicciones sobre las secuelas políticas del neoliberalismo insular y la regresión al provincianismo ideológico de los súbditos de su majestad británica.
Una novela que concluye con la palabra Utopía, después de que sus dos payasos filosóficos hayan puesto en marcha una repetición del “mayo del 68” y liderado una desesperada revolución universitaria para restituir la filosofía a su lugar en el mundo, más allá de la farsa y la tragedia del acontecimiento, solo puede significar una cosa. El humor y la inteligencia representan la verdadera salvación de todos los peligros y amenazas. El apocalipsis anunciado no sucederá mientras perviva el espíritu irónico que se celebra en estas páginas como un aquelarre de la risa inteligente.

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